domingo, 11 de marzo de 2012

Flying Solo


Otra de las partes animales que tenemos es la soledad, o la capacidad de estarlo. Nos vamos yendo poco a poco, nos vamos despidiendo siempre y en todo sentido. Porque muchas cosas se hacen solo como la creación, como el sueño, como la muerte. No hay nadie que nos pueda ayudar, mucho menos participar. Son cosas tan nuestras que no podrían nunca ser de dos. Y aunque el amor sea absurdo, y las ganas capaces de hacer daño, hay cosas que se hacen solo. En una gama de tamaños desde la creación del mundo, hasta el sueño mas bonito antes de volver a la vida. Hay cosas que se hacen solo porque son así. Porque somos capaces de hacerlo sin necesidad de mas. Como tener ideas y ponerlas en papel, para luego materializarlas en solitario. Como la inspiración divina que insiste en aparecer en el silencio de la noche. A esa hora cuando nadie está, cuando nada se escucha.  Luz del mundo que llega volando sola.

Sin embargo nos da por huirle. Por hacer ruido en todas partes y buscarlo cuando se empieza a apagar. Nos da por comunicarnos constantemente temiendo a que un dia no lo hagamos más y por otras razones. Y hablamos de más. Sabiendo que algun dia llegará el momento de estar en solo para siempre, y por esa razon buscamos evitarlo en lugar de aceptarlo. De verlo como normal, como una condición estrictamente necesaria para saber realmente quien somos, y así poder escucharnos. Sabiendo de esa manera que queremos en esta vida, y entender para que somos buenos, descubrir nuestro talento. Necesitamos silencio. Todos los días y muchas veces. Para recogernos, para cargarnos, para poder funcionar como realmente es.

Se llega a Nueva York y la mágica ciudad comienza a asomarse tras la ventana del auto, al pasar del puente. Y en vez de bajar el vidrio y contemplar, hay una TV en el taxi que escupe información, y nos olvidamos de tragar el viento. Nos olvidamos del silencio que tiene la ciudad cuando se ve de lejos. Cuando inspira historias que se crean en soledad para luego vivirlas mas tardesita. Quizá entonces en el campo se pueda vivir, se pueda apreciar. Creyendo que el silencio esta únicamente en el no hablar de las cosas. Sabiendo que tal vez al irnos lejos lo obliguemos a hablar aunque haga daño. Aunque nos conozca mas que nosotros mismos, aunque tenga la razón. Hay que escucharlo. Hay que abrirle espacios en cada madrugada y antes de dormir por las noches. Hay que rendirle culto. Hay que explicarle que hay momentos que le perteneces y que te lo haga saber. Que te acompañe en ellos a ser tu fuerte también, tan fuerte como lo es él. El silencio.

Esos momentos que nos transportamos de un lugar a otro podrían ser de silencio. Podrían ser de crear cosas o reflexionar. Podrían ser de admirar el paisaje, de ver a la gente a los ojos y entender a través de una sonrisa la clase de día que han llevado. Podrían servir para crecer como cuando se era niño y se pasaban las tardes persiguiendo nubes, mirando directo al sol,  y no hacía falta videojuegos. O entre los árboles del monte o montando bicicleta. ¿Qué tan libre se sentía? que distintos eran los ruidos por venir del mar o de la montaña.  Y uno se perdía por horas sin preocupar a papá porque de todos modos no había como llamar, como seguirte, como ubicarte en el mapa de una pantalla del tamaño de la palma de la mano.

Y queriendo siempre no estar solos nos hemos vuelto mas solos que nunca. Buscando ruidos por todas partes, queriendo entretenernos a todo costa y todo el tiempo. Queriendo evitar los silencios. Como si no fueran nuestros. Como si le pertenecieran a alguien mas que es distinto pero no lo es. Alejándonos de la verdad constantemente. Queriendo evitar de esa manera y a toda cuestas el silencio que puede también llegar a parecerse al canto eterno de la muerte. Dando vueltas sobre un mismo eje, borrachos. Como un ciclo vicioso en el que eres adicto a una cantidad de estimulo que nos esta llevando a cambiar de raza, a ser menos humanos.



The quieter you become, the more you can hear.
Baba Ram Das