lunes, 30 de enero de 2012

Tema Tabú


Hay muchas cosas de las que no se hablan. Porque incomodan. De alguna manera u otra nos quitan el poder y nos reducen de tamaño. O peor aun nos avergüenzan. Así como algunos tabúes sociales, los que más abundan al no haber sido capaces de responder, de lidiar con la situación… entonces se torna tabú. Al no haber evolucionado de manera tal de resolver las cosas de manera puntual y efectiva. No hemos sabido estabilizarnos en paz en un mundo que nos va absorbiendo entre millones de millones de personas, que poseen y manejan una sobredosis de información absurda. Por su inestabilidad. Se siente entonces una necesidad de abrirnos cada vez más, y salir corriendo hasta encaramarnos. El tema más tabú de todos… este mundo se está acabando… o mejor dicho, estamos acabando con el mundo.

¿Cómo se vive entonces con eso? como se duerme con esa noción?  Seria inútil tratar de desprenderse por unas horas e ignorar el hecho que somos todos criminales. Seria imposible intentar poner la mente en blanco para poder descansar. Ni despertarse en las mañanas con el pie derecho y decretarle al universo que todo estará bien, que será un buen dia. Si tuviéramos consciencia de ello realmente, quizás nos fuese imposible vivir. Si supiéramos que dia a dia nos vamos desprendiendo del concepto de vida porque no la apreciamos, en vez de desprendernos simplemente al saber que hemos vivido y naturalmente ella se va, como se va la primavera cuando llega el verano. Así de simple, así de bonito.

En cambio nos adormecemos la mente, la psiquis. Siendo más inteligentes que nadie nos cegamos al mundo porque somos demasiado poderosos. En vez de querer a la tierra como nuestra propia madre, porque lo es; le gritamos, le pegamos, la quemamos, la ignoramos. Le faltamos respeto así no mas. Pero lo sabemos muchas veces de manera subconsciente y nos pesa. Por esa razón es un tema tabú. El hecho que nos estamos destruyendo poco a poco es un tema tabú… aquí, allá y en todas partes del planeta tierra.

Y sufrimos por ello y vivimos con miedo al vernos protagonistas. No actores individuales sino mas bien un elenco. Aun así, si la guerra no llega a tu suelo la sentimos ajena. Sin embargo la sufrimos todos porque quiere decir que es real. Que si la viven esos que vemos en la TV y los héroes de guerra… entonces si existe. Y podría estallar en cualquier lugar del mundo, porque desafortunadamente somos de la misma raza: guerrilleros, ricos, pobres, terroristas y presidentes. Todos tenemos la misma vaina, el mismo cuerpo, la misma mente, el mismo corazón. Y unos porque hacen las cosas y las provocan, pero los otros porque no hacen nada. Porque es un tema tabú. Y se adormece la mente como después de un trauma y se hace difícil procesar información. La energía que se emplea en el acto de resistir impide que veamos el paisaje claramente, y que juzguemos por primera vez en la vida de manera realmente humana.

Quizás es crear consciencia de que es un tema tabú. Que el odio que le hemos ido cosechando a todo le esta ganando al amor. Que nos esta venciendo en algunas cosas. Es aceptarlo como un adicto que solo después de reconocer que bebe comienza el proceso de sanación. Poco a poco. Así como deberíamos empezar a cambiar la consciencia y comenzar a crear silencios. Silencios donde puedan oírse las olas del mar, los soplos del viento. Momentos de paz que realmente nos permitan hablar con las flores y reír entre ríos de montaña. Y preguntar en ese silencio «que carajo nos pasa?» y escuchar sus respuestas atentamente. Muchas veces en formas distintas… en unos ojos que piden perdón. En un favor recibido, y en otro dado. En una sonrisa. En un viaje por las montañas del Perú… o en los Alpes Suizos. Y en la madre más bella de todas que nos contiene juntos concentrados en un mismo abrazo… por alguna razón tiene que ser.


Nature shows that with the growth of intelligence comes increased capacity for pain, and it is only with the highest degree of intelligence that suffering reaches its supreme point. – Arthur Schopenhauer


jueves, 19 de enero de 2012

R.I.P

Las malas noticias son terribles. Como un huracán en el medio de la nada sin poder resguardarse, sin refugio. Y siempre vienen. Tarde o temprano por mas preparado que uno esté, siempre te tocan la puerta. Por mas afín que uno esté con la vida, por mas vidente que uno sea, por mas cum laude en el tema espiritual. Siempre vienen como un balde de agua fría. Literalmente. Una cachetada a la cara con mano abierta y te calienta la piel. Te desvela, te rompe, te vuelve así pequeñito, inexistente para el mundo y para todo aquello que tanto creías. Como volver atrás. Como saber que para esos momentos te has venido preparando desde hacía rato y ahora no entiendes realmente para qué. Tanta preparación, tanta experiencia, si igual te agarra, y tiene el poder de asfixiarte con sus dos manos. Si igual te agarra desprevenido. Si igual te toca, te carga, te zarandea, si tiene el poder de inestabilizarte, de destruirte, de aniquilarte. Desafortunadamente así son. Así son casi todas.. las malas noticias.

Y las hay por todos lados, y hay más de una para cada quien. Las hay por doquier. No hay que comprarlas, ni hay que ser rico ni pobre para tener mas o menos. La misma cantidad. No se al final si seria mejor nunca dejar de entrenarse en la carrera que es la vida, o mas bien ser inútil, ignorante y necio ante lo que puede pasar. No se siquiera si es posible entrenarse para la muerte de algún familiar. Inesperada. ¿Son realmente efectivos los años de estudio, de rezos, de retiro y meditación? Cuando te arrancan la vida de un solo golpe y hay que vivir con ello. Al parecer eso es lo que hay, no hay de otra en este juego de la vida. No hay comodín. No hay un valor en X en esta ecuación que llamamos vivir. Un dulce baile entre respiro y latido donde toda canción tienen un final. Un misterio maravilloso como la vida misma que la parió. Porque sin muerte no existiera la vida, ni días de sol y cielos azules sin las tormentas que vienen y van.

Tan familiar se nos hace el decir adiós porque solemos hacerlo a diario. De hecho es una de las primeras cosas que se nos enseña cuando somos bebés «dile chao», con voz de mamá. Sin embargo no se aprende a decir ese ultimo adiós entre tantos adioses. No se digiere realmente con cada uno que pudiera ser ultimo alguna vez. Por muerte o distancia hay siempre un ultimo adiós. Un adiós para el que no nos entrenaron jamás. Por ello es mejor ni pensarlo, ni dar tiempo para entenderlo sino mas bien aceptarlo. Saber que la vida va mucho mas allá y que todos tenemos finales distintos porque a cada quien le dieron sus cartas. Saber que si alguien se retira del juego sigue el tiempo reglamentario y hay que seguir jugando. Hay que aprender a vivir sin los nuestros. Hay que tener la carta de la esperanza y saber jugarla. Hay que seguir adelante, hay que seguir amando todo lo que aun está. Hay que seguir creyendo por sobre todas las cosas. Hay que evitar a toda cuestas ser uno el que dice ese adiós porque se nos fue el alma prendada de aquel que se fue  porque se ha perdido la fe. Esa ultima vez.


One day your life will flash before your eyes. Make sure its worth watching. 
Unknown source





domingo, 8 de enero de 2012

All or nothing

Los verdaderos alpinistas tienen su propio vocabulario, así como lo tienen otras disciplinas en la vida. Sin embargo ellos llaman "the grip¨ o ¨feeling the grip" a ese preciso momento en el que no saben donde colocar el próximo pie, o la próxima mano… ese momento de absoluto desconcierto, de absoluta presencia. Un verdadero cocktail de miedo y frustración. Ese momento tan particular para aquellos que se arriesgan en la extremidad de las montañas más peligrosas del mundo, puede también relacionarse a la vida de cada quien, de los más cobardes y más comunes seres que habitan el planeta tierra. Es que al parecer, aquellos que toman los mayores riesgos pareciera que vinieran con una anatomía distinta. Otra manera de juntar y conectar los cables del cerebro, y así alterar la sinapsis que ocurre cada vez que se piensa, cada vez que se toma una decisión… y por supuesto, en cada momento que ponemos algo en riesgo, desde la mundana reputación hasta el propio pellejo.

Resulta ser que para aquellos alpinistas que tienen prácticamente toda la vida en eso, les resulta mucho más sencillo, digamos habitual, el tomar decisiones tan arriesgadas como «donde colocar el próximo pie». Para ellos es definitivamente una decisión de vida o muerte, como lo seria para cualquier otro mortal, simplemente alguien que no está preparado para ello, no se coloca en esa situación. Sin embargo todos somos iguales, y todos nacimos con ese ¨músculo del riesgo¨ impregnado en el cromosoma, con ese poder de fortalecerlo de alguna manera que nos habituemos poco a poco a tomar decisiones de riesgo comenzando por las más pequeñas hasta que prácticamente se nos congele el corazón, capaces de todo, ajenos a nuestra propia naturaleza. Como dicen un dicho ¨if you don´t use it, you lose it¨… se debilita, se atrofia. ¿Es acaso el riesgo algo que podemos entonces fortalecer con los años? ¿Con la practica, con las propias decisiones que tomamos dia tras dia?

Una cosa si es cierta que para el riesgo nunca es tarde, sobretodo cuando trata de decisiones personales en la vida de cada quien que hasta el momento siempre habían sido detonantes de miedo, de rechazo, de temor a las consecuencias. A no poder llevarlas a cabo como renunciar al trabajo, el decir ¨te amo¨ viendo a los ojos, o quizás lo contrario… el sincerarse con alguien cuando se ha perdido el amor. Dejar ir. El cambiar de ciudad, de preferencia sexual, de pareja. El querer ser artista en vez de economista, y músico en lugar de profesor. ¡Lanzarse al agua! Habituarse de esa manera y poco a poco a un ambiente fuera de confort. Uno que anteriormente estaba vetado por la angustia que acompaña los episodios de miedo. Irse acostumbrando poco a poco a ser quien uno es realmente, y la parte más difícil de todas, demostrárselo al resto del mundo a medida que nos vamos acoplando, Es un proceso, así como todo en la vida. Pero además de eso, es un gran riesgo que vale la pena tomar.



"A man would do nothing, if he waited until he could do it so well that no one would find fault with what he has done."
— Cardinal Newman
British Preacher (1801-1890)