No lo imaginemos siquiera,
hagámoslo real. No seamos conformes transándonos con ejemplos de aquellos que
vinieron primero, otras generaciones. No veamos gráficos que muestran como debería
ser, mas bien comprobémoslo cierto. Que no nos baste observar un dibujo a
colores con esa línea de luz que viene del cielo e ilumina de manera mística
las mentes humanas. Subamos la mirada mas bien y cerremos los ojos. Pongamos
los pies sobre la tierra y sintamos de esa manera como nos crecen raíces de
esas semillas que hemos venido plantando al andar. Sintamos como se enredan
poco a poco a nuestros pies. Una madre distinta que se siente viva entre los
dedos del pie, por las piernas, las caderas. Sintámonos parte de ella y seguros
sobre su terreno. Protegidos tras su manto.
Creamos también que es
posible volar aun con los pies sobre ella. Al parecer es la única forma de
hacerlo sin perderse para siempre entre las nubes. La única forma de vivirlo y
recordarlo para después contarlo, pensando siempre en futuras generaciones que
les debemos un ejemplo. Sugerir. Demostrarles que no basta con imaginarse las
cosas sino convencerse uno mismo que son posibles. Pedirle al cielo por esa inspiración
divina que te parte la frente en dos mitades a través de su rayo de luz.
Sintiendo un calor etéreo en los temporales, la quijada, el cuello, llegando al
corazón en un corto circuito. Conectemos estos dos puntos mágicos con el fin de
crear pero seamos ingenuos a la hora de hacerlo, inocentes como niños que todo
lo creen posible. Soñemos que aquello que soñamos se hace realidad allí mismo
en la mitad de nuestro sueño.
¡Merry Christmas!
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