domingo, 25 de diciembre de 2011

Epifanía

Veamos la inspiración realmente como un rayo de luz denso y pesado. Que viene de allá arriba, de las estrellas, de algún lugar misterioso que no conocemos. Pensemos que sí, que es posible. Que viene en línea recta hasta el tercer ojo, completamente premeditado, estudiado minuciosamente. Directo a ese punto medio entre las dos cejas, receptor inmaculado de grandes ideas. Transformador de locuras. Origen de pensamientos ilustres. Como una inspiración divina que realmente baja del cielo en una especie de rayo solar. Que te calienta, que te desvela por las noches, que te sopla al oído la formula secreta del éxito. La llave maestra que abre las puertas del corazón y lo enchufa de manera inmediata hasta ese punto. Línea recta entre la mente y el corazón.

No lo imaginemos siquiera, hagámoslo real. No seamos conformes transándonos con ejemplos de aquellos que vinieron primero, otras generaciones. No veamos gráficos que muestran como debería ser, mas bien comprobémoslo cierto. Que no nos baste observar un dibujo a colores con esa línea de luz que viene del cielo e ilumina de manera mística las mentes humanas. Subamos la mirada mas bien y cerremos los ojos. Pongamos los pies sobre la tierra y sintamos de esa manera como nos crecen raíces de esas semillas que hemos venido plantando al andar. Sintamos como se enredan poco a poco a nuestros pies. Una madre distinta que se siente viva entre los dedos del pie, por las piernas, las caderas. Sintámonos parte de ella y seguros sobre su terreno. Protegidos tras su manto.

Creamos también que es posible volar aun con los pies sobre ella. Al parecer es la única forma de hacerlo sin perderse para siempre entre las nubes. La única forma de vivirlo y recordarlo para después contarlo, pensando siempre en futuras generaciones que les debemos un ejemplo. Sugerir. Demostrarles que no basta con imaginarse las cosas sino convencerse uno mismo que son posibles. Pedirle al cielo por esa inspiración divina que te parte la frente en dos mitades a través de su rayo de luz. Sintiendo un calor etéreo en los temporales, la quijada, el cuello, llegando al corazón en un corto circuito. Conectemos estos dos puntos mágicos con el fin de crear pero seamos ingenuos a la hora de hacerlo, inocentes como niños que todo lo creen posible. Soñemos que aquello que soñamos se hace realidad allí mismo en la mitad de nuestro sueño.



¡Merry Christmas!

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