lunes, 18 de julio de 2011

Doctrina perpetua

Si realmente nos conociéramos como la raza humana que somos quizás todo sería diferente. Si pudiéramos aunque fuera definirnos puntualmente como especie, así como puede hacerse fácilmente con las plantas o los demás animales del reino en que vivimos. Que se pueden describir, entender, y de esa manera tratarlos como tal sin ningún tipo de expectativa, sin ningún tipo de emoción que después pueda llevarnos a la decepción, al dolor, al sufrimiento. Si pudiéramos ser como ellos… ¿dejaríamos entonces de sufrir? ¿pero como podríamos definirnos? ¿como podríamos explicar esa complejidad que nos envuelve? ese barullo de sentimientos y emociones que pocas veces controlamos, y que terminan arrastrándonos a sitios que no deseamos, o a relacionarnos con personas que terminan siendo la antítesis de esos sueños que alguna vez nacieron en las entrañas del corazón.

A ver si me explico mejor… los animales son como tal. En sus diferentes especies, razas, tamaños y colores. Ya los hemos analizado y estudiado bien a lo largo de toda la historia, y ya sabemos a través de investigaciones científicas como relacionarnos con cada uno de ellos. Sabemos perfectamente que al labrador podemos domesticarlo, abrazarlo, besarlo y hasta dormir acurrucados en la cama, como sabemos también que al rey león es mejor dejarlo guardadito en su jaula. Sabemos que podemos nadar como sirena de la aleta de un delfín, como nadar a la velocidad de Phelps y en sentido contrario cuando vemos otro tipo de aleta que sobresale de las aguas del Caribe, tun tun tun tun…. sabemos que el periquito puede estar tras las rejas cantando y comiendo alpiste, mientras que al águila hay que dejarla siempre libre como el viento. Sabemos bien cuanta agua chupa cada planta, que flor corresponde a que tallo, que color de rosa te va con el vestido, y los poderes mágicos que tiene la sábila y como extraerla cuando el sol ardiente te ha quemado la piel.

Sin embargo…  ¿nosotros qué? ¿Quién nos puede definir? ¿Cómo somos? ¿qué queremos? ¿Cómo es la mejor manera de llevarnos para que las cosas fluyan? Tratando siempre de implementar una manera pacifica de relacionarnos, una que produzca sonrisas en vez de llantos, sinceridad en vez de corrupción, amor en vez de odio. Si llegáramos a conocernos bien quizás dejáramos tantas expectativas que tenemos los unos de los otros y no nos apegáramos tanto a ello, a los resultados, a los demás, a lo que piensan, a lo que hacen, a con quien están. Fuéramos entonces mas autosuficientes, mas independientes, mas libres, y por consecuencia mas felices.

¿Pero quién realmente somos? ¿acaso hay un patrón para nosotros? Un patrón estudiado y analizado que compruebe de manera puntual que carrizo es lo que queremos en este mundo? ¿Qué nos gusta? ¿Qué nos hace felices? ¿Con quien queremos estar ¨hasta que la muerte nos separe? ¿En qué clima queremos vivir y bajo cuales circunstancias? ¿Dónde queremos trabajar y haciendo que?
Quizás si obtuviéramos mas información sobre nuestra propia raza las cosas serían distintas. Mientras tanto no tenemos mas opción que llevarnos, querernos y tratar de entendernos por mas difícil que eso parezca… porque irónicamente somos los que menos nos conocemos entre sí, los que más sorpresas nos damos día a día, los que más lagrimas nos traemos a los ojos, pero sin duda alguna los que más felices nos hacemos.


Not everything that is faced can be changed but nothing can be changed until it is faced. 
- James Baldwin

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