domingo, 28 de agosto de 2011

Complejo demente


¿Qué es lo natural? ¿Lo más natural en nuestras vidas? nuestro estado simple, el más básico de todos. Ese en el cual podemos decir somos seres humanos, e identificarnos como tal. ¿Cuál es ese estado en nuestra mente que es neutro, optimo, perfecto, completamente en calma, así como quisiéramos estar la mayoría del tiempo? Ese estado, o ese momento libre de preocupaciones, de pensamientos vagos que vienen y van sin nada ni nadie que pueda detenerlos, o suavizarlos, hacerlos cada vez más distantes, más silentes el uno del otro, más ajenos a nosotros mismos.

Relativo al ser humano hay cosas que podrían definirse como naturales. La posición anatómica del ser –boca arriba y con la palma de la mano abierta hacia el cielo–, o la manera de sentarnos en una silla –con la espalda recta, ambos pies sobre el suelo, manos abiertas con las palmas igualmente hacia el cielo­–… ¿pero la mente? quien ha visto algo más interesante que eso. Algo tan complejo que ni siquiera podemos otorgarle un estado original. Sin embargo y a través de los años la hemos ido estudiando y conociendo poco a poco, o al menos eso intentamos hacer, dándonos cuenta cada vez más de la importancia de dejarla ir, no a ella como tal porque sería imposible, sino a sus pensamientos.  Esas corrientes de información que fluyen sin tregua cada segundo mientras estamos despiertos y que la conforman como tal, y que pueden llegar a ser fácilmente la fuente más grande de felicidad, o el causal de las miserias más grandes del ser humano.

Dicen que el cielo y el infierno no son lugares geográficos, sino por lo contrario, son simples estados de nuestra mente. Esa frase quedó viva en mi memoria desde el día que la escuché dándome un poder que era inexistente. Un poder para escoger en cada momento y ante cada situación que se presente en la vida estar en el cielo, o arder entre el fuego del infierno a través del simple pensar adecuado. Aunque si fuera tan sencillo como escribirlo no habría ni la necesidad para ello, ya que sin lugar a dudas, todos preferiríamos navegar en una nube blanca como góndola por aguas de Venecia, que ardernos la piel hasta la carne viva en las Calderas de Pedro Botero. Entonces aunque suene como una tarea fácil, podría ser fácilmente una de las cosas más complicadas de llevar a cabo ­–usar la mente en su estado natural–.

Hemos escuchado un sin fin de maestros, gurús y senseis que enseñan y demuestran como controlarla. Librerías llenan sus estanterías con libros de autoayuda que intentan impartir el mismo conocimiento, sin embargo, usarla de manera natural no trata propiamente de controlarla, pues ya sabemos que eso es prácticamente imposible, o por lo menos para gente normal, que se levanta, se cepilla los dientes, va para el trabajo, se llena de estrés, no tiene tiempo de ejercitar, llega a casa, pelea con la esposa/o, los hijos son inquietos y al menos uno sufre de ADD, pasa la noche en insomnio… en fin, personas ¨normales¨ dentro de lo que cabe como normal.

Irónicamente usar la mente de manera natural es evitar controlarla de ninguna manera. Mientras más queremos controlarla, más son los pensamientos que vienen como un tornado de ideas dando vueltas sin cesar. El simple hecho de pensar que estamos pensando, es otro pensamiento más, y cuando pensamos que pensamos algo absurdo, dañino, o fuera de lugar, ya es un pensamiento, absurdo, dañino y fuera de lugar. Aceptemos el hecho que la mente no tiene descanso, ni un ratico fuera de la rutina para salir a fumar, o a tomar aire, y por esa razón debemos reconocerla como tal, como algo natural y dejarla fluir. Sin embargo no debemos ser ignorantes ante un proceso que comenzó el día en que nacimos y que será parte importante de nosotros hasta el día que cerremos los ojos por siempre –el proceso de la mente–. Estando consciente del mismo, podemos comenzar a entenderlo y dejarlo fluir en el eterno transitar de sus pensamientos, de esta manera aquellos que suelen ser vagos –su mayoría– comienzan a disminuir su flujo dando espacio a mayores momentos de silencio, los que nos llenan de dicha, sin duda alguna lo más preciados, y por ende los más escasos en el repertorio de la «tête».

¿Cuántas cosas tenemos que dejar ir en esta vida? los pensamientos inútiles es algo que sin duda alguna deberíamos soltar, sin esfuerzo, sin miedo a que otra idea más es prevenida, y luego otra, y otra más… una larga fila que no termina nunca, que te arrastra, te domina, te enloquece. El simple miedo de no poder lograrlo, es un pensamiento más que no sirve, que hay que eliminar. Sin temor al pasado, pues lo que pasó ya pasó y allí quedó. ¿Quien acaso ha logrado el triunfo sin antes haber sido victima de un fracaso? Este también es natural y necesario. En el trabajo y en la vida, el esfuerzo y el fracaso son entes naturales. Al igual que en los procesos de la mente… si nunca se ha fracasado, nunca se ha intentado ser mejor.

See, the problem is that God gives men a brain and a penis, and only enough blood to run one at a time. – Robin Williams 



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