jueves, 10 de marzo de 2011

Unusual suspect

Desde hace mucho tiempo hay un símbolo que se repite en mi cabeza sin tregua. Como un mantra que invoco en silencio y que solamente yo se que existe. Fue evolucionando con el tiempo de eso puedo acordarme, no siempre fue el mismo, pero si no dejó de tener nunca el mismo significado. Estoy segura que no soy yo la única que lo tiene, o que lo siente vibrando en su interior cuando su mente lo recuerda, cuando lo ve escrito en un papel o camuflado en alguna cosa simple que se atraviesa en el camino al azar, aunque para cosas como ésta el azar no creo que exista, sino mas bien el misterio que me sorprende cada vez.

Caminaba por la calle una tarde cuando comenzó a llover y mojé mis zapatos. Me dirigí a un café esperando a que escampara y ordené un te caliente con el fin de apaciguar el frío tenaz que subía por mis talones mojados, y me iba enfriando la sangre poco a poco entre las piernas, subiendo por el centro hasta el corazón. ¿Hasta cuando pensé? hasta cuando un sin fin de cosas que uno quiere resolver en el transcurso del dia. Hasta cuando la lluvia que me moja aunque traiga paraguas, hasta cuando los carros egoístas que no dejan pasar? Hasta cuando lo tuyo, y lo de ellos, y hasta cuando lo mio también? Hasta cuando va a tardar ese proyecto, o que me traigan el bendito té? Y como si mi pensamiento invocara patrones se acercó un señor con la taza de agua caliente untada de hiervas, y una servilleta de papel blanco doblada en tres. 

Al abrirla noté que estaba impresa la marca del producto, pero que además de eso, era mi símbolo también. El que yo me había inventado, el que solo yo podía saber. Al que había puesto un significado apócrifo que nadie mas podía entender. Como si me lo hubieran robado de la mente en algún sueño loco en que me fui para atrás, y no supe resguardar mis cosas, mis mas íntimos secretos. Me sentí desnuda. Como si alguien que no sabia quien, me conociese de una manera tal que era lo mismo estar sin ropa, exponiéndole mi piel. Miré a mis cuatro lados como de susto y todos parecían estar tranquilos, como si novedad alguna estuviera pasando mientras yo me enloquecía entre la lluvia, el frío enterrado entre los huesos, y el acertijo aquel que me hacía endeble ante aquella situación.

Llamé al mesero que regresó sin prisa y pedí la cuenta. Pensé que sería inútil preguntar en que lugar habían comprado aquella servilleta que para ellos no era mas que un simple papel. Pero que a mi juicio era lo mismo que si llevara mi nombre escrito, como si arrojara el olor ajeno de mi perfume, o tuviese mis labios impresos en algún color. ¿Qué hubiera hecho entonces de haberlo sabido? Hubiese ido hasta aquel otro lugar a preguntar mas cosas, y luego otras que vinieran después. Entonces preferí guardar silencio y sacando algunos pesos de mi bolsillo me levanté. Afuera había escampado sin que yo lo supiera, y el sol comenzó a calentar mis pies helados con cada roce de mi paso en el asfalto. Recordé entonces que hay cosas que no se cuestionan, que simplemente son. Que aparecen y desaparecen, y aunque tienen vida propia en forma de una extraña vibración, no podemos enfrentarlas, sino aceptar su presencia ajustando el juicio y el uso de razón. Seguí caminando un rato mas mientras el sol secaba la calle.


Never let the future disturb you. You will meet it, if you have to, with the same weapons of reason which today arm you against the present. – Marcus Aurelius Antoninus

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