miércoles, 2 de marzo de 2011

Scream like William Wallace

Cuesta creer que nos seguimos matando los unos a los otros. Como si la vida se regenerara fácilmente después de perderse entre las manos sucias de aquellos que tienen un profundo hueco en el pecho, donde debería estar latiendo el corazón. Hablamos del Coronel Gaddafi, titulo importante que por ironía suelen tener aquellos que tocan el suelo mas bajo. Uno entre muchos mas que aprietan el gatillo de una manera tan natural, que pareciera mas que un crimen, un juego. Como si la vida realmente no valiera mas que unos cuantos centavos que se pueden pagar con el sueldo de la faena. Actos deplorables. El ejemplo perfecto para el resto del mundo de cómo no deberían hacerse las cosas, de cómo no debería gobernarse un pueblo. Ni siquiera a un solo individuo.

Me pregunto constantemente de donde carrizos sacan esas filosofías tan absurdas. Algunos las llaman arcaicas, viejas, prehistóricas, pero hasta eso me cuesta creer. Se me hace difícil pensar que hayan existido de manera efectiva en un pasado así sea lejano, y que hayan servido para algo mas que infundir el miedo en corazones que aun gozaban del derecho de libertad. Que la matanza de seres inocentes haya valido alguna vez para algo mas que sembrar el pánico en aquellos que estaban presentes. Un miedo que se esparce como semillas en tierra fértil y comienza a crecer echando raíces en medio del corazón, entre los pliegues oscuros del intestino. Nauseabundo. Con gestos, discursos, palabras necias, y hechos lamentables así como la muerte que alimenta con la vida misma ese pavor que se lleva por dentro haciéndolo cada vez mas fuerte y poderoso. Pánico en esteroides. ¿Qué podría ser peor?

Crece tan grande que bloquea el propio organismo impidiendo la entrada de absolutamente nada que no pertenezca a su estirpe: temor, miedo, odio, pavor, terror. De allí la palabra terrorismo. Y de esa manera comienza a luchar efectivamente contra las células de amor que habitaban dentro por ley universal. Porque allí estaban sin lugar a dudas, mucho antes de ser concebidos siquiera. Nuestra pura naturaleza: una célula de amor. La mas grande enemiga que el miedo ha conocido. Pero que suele olvidarse allí en las aceras del corazón, sin riego, sin alimento, sin mas de ese mismo amor que la multiplique. Entonces se debilita, y se iguala al pavor en peso y tamaño, y se debilita mas hasta que desaparece por completo otorgándole trono al miedo que ganó la batalla y ahora es el rey que manda en el alma misma y en pleno corazón.

Olvidando que el amor esta en todas partes, que es universal. Y aunque suene inocente en casos de ciencia política es una de las pocas soluciones que tenemos contra la miseria, contra la matanza de seres inocentes, para el tema absurdo del poder absoluto y del odio civil no solo en Libia, sino en muchos otros lugares del mundo. No ese amor ingenuo de dos enamorados que van de la mano cruzando el Central Park. Sino ese amor que alimenta las ganas colectivas de vivir en un mundo donde reine la paz. Ese amor que nos permita gozar de una libertad heredada. Una sola oportunidad para disfrutar la vida. Una vida que con los años fugaces que vuelan sin tregua se hace cada vez mas corta e incierta por alguna razón, y que no podemos dejar pasar así no mas, como si no importara, como lo hacen esos que matan, que hieren, que no escuchan, que no se quieren rendir ante la sangre, ante el llanto de pueblos que exigen democracia.

Dejemos de culpar a sectas religiosas. A lideres que no aparecen en los libros de historia, ni en la Biblia misma, ni en los versos del Corán. Entendamos de una buena vez que el problema no está únicamente en aquel que mueve la batuta como director de orquesta, sino en aquellos que vienen desde muy atrás orquestando una vil función de inmensas fortunas y absurdo poder. Quisiera arreglar al mundo y no puedo. Quisiera ser yo la que agarre un fusil con mis propias manos y apunte a la frente de muchos que puedo contar con mis dedos. Sin embargo el amor que llevo dentro me impide hacerlo así de fácil como lo hacen ellos. Aunque también es un arma poderosa. La que utilizo a diario para pedir por aquellos que tienen sus días contados, y que quizás sean sus almas finalmente libres las que sirvan para recordarle al mundo cual es realmente nuestro estado original. Libres.


He who fears something gives it power over him.  ~Moorish Proverb



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