lunes, 9 de mayo de 2011

A mi que me revisen...


Pareciera como si nos hubiéramos equivocado con respecto al origen de la riqueza. Como si de pequeños se hubiese colado una lección errónea en el pensum de las materias del kinder, y desde mocosos pensáramos que el simple hecho de ir a trabajar nos haría ricos cuando grandes… Cuando seamos grandes… pero ya! tanto que lo decimos hasta el dia en que realmente lo somos sin darnos cuenta siquiera de que paso? ¿A donde se fueron tantos años? tantos días, sopotocientas horas… infinidad de lunas… por doquier de cosas y de experiencias acumuladas en los archivos de la memoria. Y si alguien llegara a preguntarnos donde esta lo que has venido robando todo este tiempo? contestáramos asombrados -yo no he robado nada- confundiendo conceptos, ajenos al verdadero sentido de las cosas que esta vida nos da, y cuales a diferencia nos regala.

Si se tuviera la ambición de ser la persona mas rica del mundo no existiera la necesidad de invertir en la bolsa o siquiera de ir a trabajar. Con ser justos y dejar de robar, eso seria suficiente. No robar un banco, ni el reloj de tu primo hermano, ni los pocos centavos que quedaron olvidados en la cuenta. Robarle el tiempo a la vida que es sagrada haciendo cosas que ni siquiera están presentes en la conciencia misma. Es dejar de ir a trabajar por el simple hecho de hacerlo o porque toca, y se pasan las horas que son preciadas como gallina empollando huevos, contando los minutos por salir a almorzar. Queremos hacer muy poco pero a la vez queremos ganar mucho por lo poco que hacemos. Sentarnos en el escritorio, hacer un par de llamadas (personales) y llevarnos algunas cositas de la oficina pues porque si, están allí y no llevan el nombre de nadie. Estirando a la vez el brazo cada quincena para recibir el cheque que remunera tanto trabajo.

La riqueza por lo contrario llega a uno en el momento menos pensado. Solo cuando tenemos la mente en pleno estado de serenidad. Cuando no corremos detrás del billete, nos vemos caminando sobre una alfombra de verdes, cuando dejamos el amor libre, nos vemos envueltos en mil abrazos, repartiendo besos, sembrando amor. Pero así en el momento justo que comenzamos a recibir, tenemos la tendencia a cerrar todo eso en una caja fuerte como si realmente nos perteneciera. Aterrados que alguien mas puede venir a robarnos las posesiones, que en algunas ocasiones tienen cuerpo, alma y corazón.

Sin embargo (cosa que me parece siempre la medula de la esperanza), es cada mañana cuando sale el sol, o simplemente cada segundo que pasa que no es mas que un nuevo chance para cambiar o para pensar distinto. Bueno fuera que se nos hiciera mas sencillo adaptar la idea de ¨si quiere venir a mi que venga, cuando se quiera ir que se vaya¨, refiriéndome a absolutamente todo lo que creemos poseer en esta vida. Sin encerrar, sin guardar, sin meter en un closet y cerrarlo con llave, sin esconderlo. Y ser amables. Compartir. La vida y sus posesiones no duran para siempre, de eso si que estamos seguros. Y como ya sabemos de sobra… el momento presente es lo único certero que tenemos mientras vivimos, porque aun respirando desconocemos el ultimo respiro, ese que nos cierra sin brisa los ojos del alma para abrirlos de nuevo en el mas allá. Entonces podemos aunque sea hacer el intento de estar tranquilos aun cuando nos inundan las adversidades. La serenidad es contagiosa además. Cuando le sonreímos a alguien, apuesto a que se obtiene otra sonrisa de vuelta, al menos en la mayoría de los casos. Además es gratis, en ese instante no hay necesidad de robar. Nunca.

“There are many things that we would throw away if we were not afraid that others might pick them up.”
Oscar Wilde

No hay comentarios:

Publicar un comentario