Las virtudes podrían
llegar a ser lo mas personal que tenemos. Mas que los rasgos físicos, o el tono
de voz. Mas que la estatura o la tendencia a ser gordos o flacos, altos o bajos.
Cada virtud es como un sello imborrable hecho a la justa medida de quien lo
lleva, de quien tiene la dicha de hacerlo suyo, de tatuarse. Presumiendo ante
los demás con todo el derecho del mundo pero de manera humilde. Exprimiendo sus
frutos. Usándola como herramienta para el propio bien, y primordialmente para
el bien de los demás. Señores… es como un regalo de Dios, y hay que hacer de
cada virtud algo real pero mágico. Así como decía Nietzsche: darle otro nombre,
sacarla de la manada, apuntarla con el dedo porque es única y de nadie más.
Entonces de esa virtud concebir la pasión o viceversa, como una semilla que se
planta desde el origen del talento mismo y va creciendo junto con ella de
manera paralela. Y va tomando fuerzas, se va desarrollando y se va
fortaleciendo con el tiempo, y con la educación, pero más que todo con las
experiencias de la vida, que como ya sabemos bien, son los maestros más sabios
y duraderos.
Y la pasión cuando se usa bonito de la mano de una virtud, mas que un demonio se vuelve un Dios. Un creador
neto que innova, que presenta alternativas, que llena huecos que habían estado vacíos
por mucho tiempo. Que piensa en zapatos ajenos para luego actuar con los suyos
bien amarrados, dejando huellas marcadas sobre la arena, siempre en libertad.
Libre de amar, libre de pensamiento, pero por sobretodas las cosas libre de una
inspiración ingenua que le permite crear cosas distintas, y a través de ellas,
hacerlo diferente, sobresaliente del resto. Porque supo abrir los ojos y ver el
mundo desde un foco más amplio, con todo lo bello que hay pero con sus
necesidades también y sus miserias, y en medio de ese plano irónicamente casi perfecto,
trabajó a través de su ingenio, de su virtud, su clarividencia ante el resto. Su
propia luz.
If you have performed an act
of great and disinterested virtue, conceal it; if you publish it, you will
neither be believed here, nor rewarded hereafter. – CHARLES CALEB
COLTON, Lacon
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